El
tiempo ha sido cruel, inexorable.
Lo
vienen a buscar, llego la hora.
El
tic-tac del reloj lo atormenta y se distingue ante cualquier sonido.
Tiene
la bruma espesa del miedo, nublándole el rostro.
Mira
de frente, con los ojos apagados.
Con
la altivez de la soberbia, ocultando su desdicha.
Camina
en silencio, le va gritando su conciencia: “Asesino”.
Y
las cadenas se le hacen más pesadas al andar, no soporta la condena.
Lento
va, así como los años grises contados tras sus conquistadas rejas.
No
quiere mirar hacia atrás. Se resiste a recordar.
Prefiere
el olvido, se alimenta del rencor.
Le
resta la ilusión, entre el sueño y la realidad.
Remordimiento
Costumbre
Tristeza
Soledad
Soledad
Dolor,
cuanto puede pesar el dolor.
Tiene
que soportarlo, no puede pararlo, lo tiene encadenado.
Maniatado
y agotado, sobrevivir entre lamentos fue demasiado.
Porque
el reo está cansado de llorarle a su víctima.
Aquel
cadáver enterrado en el fin de los lamentos.
Sus
lágrimas se secaron y se acabaron esperando.
Merecida
espera, en la antesala de la sentencia, sabe lo que viene.
El
acusado se siente ya condenado.
Culpable,
inapelable, pena de muerte para el acusado.
Sin
esperanza, vuelve a su celda.
Conversar
con sus muertos de su desilusión, es su distracción.
Mientras se
acerca el día, de ponerle rostro a su verdugo.
Y
allí está, ella lo mira con compasión. La Santa Muerte viene a buscarlo su perfume
está en el aire.
Lo
besa en los labios, mientras expira su último aliento.
Se
escucha como se terminan de rasgar los débiles retazos de un corazón.
La
vida del asesino se extinguió. Se hizo justicia terrenal.
La
envidia bailo un vals sobre su tumba. El mundo lo celebró.
Asesino
y Victima se encuentran más allá del bien y del mal.
Perdóname
Amor.
Su
víctima le sonrió.
El
Asesino era yo, mi víctima era el Amor.
"Le dije a mi corazón
sin gloria pero sin pena
no cometas el crimen varón
si no vas a cumplir la condena"
A.Calamaro
24728-08
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