Hace un par de días conocí una pareja de
esposos, Don Cleofe y Doña Margarita, ellos no son personajes celebres, ni
famosos, son una pareja de Adultos
Mayores, de 73 y 76 años
respectivamente, pero que sinceramente prefiero llamar viejitos enamorados, guardándome un
poco del cariño que compartieron conmigo, porque me hicieron recordar la ternura del
amor tardío en pocos minutos.
Estaba en mi oficina rodeada de números, tasas
de interés, envuelta en un aire un poco frío y calculador, pero trate de
recordar que mi profesión va mas allá de las estadísticas, de las cifras y que
también tiene que ver con lo social, con el avance que podamos lograr no solo
individual si no colectivo y tratando de servir a la sociedad desde cada uno de
nuestros espacios. Lo vivo, lo siento y lo expreso así, solo para recordarles a
mis colegas economistas parte de las premisas de nuestra labor. En lo personal
no veo números, veo personas, y es así como se pueden conocer este tipo de historias.
Al mirar esta pareja que se acercaba a mi
escritorio, tomados de la mano, y con su caminar pausado tenia en frente lo que
corporativamente se les llama clientes VIP, excelente historial y con muchos
negocios en sus cuentas. Sin embargo ellos eran tan simples y sencillos que mientras yo hacia mi trabajo, ellos lo que me
reflejaban era claridad, tenían un aire de cotidianidad que relajaba en
extremo en su conversación.
Cuando los vi sentarse frente a mi, lo primero
que se me ocurrió fue preguntarles cuantos años tienen de casados, a lo que
ella sacándose sus gafas oscuras, que ocultaban su ceguera, guardando unos ojos
azules, y con una enorme sonrisa, llena de orgullo respondió: “El próximo
14 de Febrero, cumplimos 50 años de casados, celebraremos a lo grande nuestras
Bodas de Oro, quiere que le cuente Niña Meche como fue que nos
enamoramos?” Mi respuesta fue
inmediata y fue un ansioso Si.
El: Yo
soy de Manabí, en aquellos tiempos, acababa de cumplir 20 años y siempre iba a Playas, a pilar café con mi Padre, era todo
un ritual, hacerlo me encantaba.
Ella lo interrumpe y me dice en tono cantado: Niña ha escuchado ese pasillo que dice, te
enamore tirándote piedritas en el arroyo, pues así lo enamore.
El: Mientras
pilaba el café, empecé a sentir como caían en mi espalda piedritas, primero una,
luego fueron varias, y al voltearme veo desde la colina a tres hermosas
señoritas risueñas escondiéndose tras un árbol. Me dije ellas quieren conmigo,
así que inmediatamente me dirigí a su casa a pedirles un vaso de agua.
Ella:
Mientras el más se acercaba más nos reíamos mis hermanas y yo, echándonos la
culpa la una a la otra, hasta que me decidí a afrontar las consecuencias de mi
acto de coqueteo desenfrenado. Es que Niña, yo ya tenia 23 años y me estaba
quedando en la percha tenia que agarrar a ese toro por los cuernos. Por cierto
¿Cuántos años tiene Ud. mi niña?
El: Así
me enamoro ella con un par de piedritas, me agarro, es que ella era mayor que
yo, pero yo caí rendido a sus pies y
aquí me tiene 50 años después. Pero no todo fue color de rosas, me enamore
tanto que me comí esa presa antes de tiempo, y hasta preso me fui, su familia
solo me dejo salir el día que decidieron ellos seria el ideal para nuestra boda
aquel 14 de Febrero de 1963, me llevaron una camisa y un pantalón me bañe en el
calabozo y subí al registro civil que para mi suerte estaba encima de la
cárcel. Fue allí donde me esperaba mi princesa, nerviosa pero feliz estaba tan
hermosa y lo sigue estando, por eso la próxima semana celebro mi aniversario
con mi gran familia, mis hijos, mis nietos, mis bisnietos, mis 250 invitados,
mucha comida, mucho whisky, mucha fiesta,
es que voy a celebrar en Playas el lugar donde me enamore, deje mi
tierra por ella, lo dejo todo por ella.
El mientras termina su relato, acaricia
suavemente su blanca cabellera, la mira con ternura.
Le pregunto a ella cual es el secreto de tanta
felicidad y me contesta, con un largo suspiro, Ay niña si es q este bandido era terrible me hizo unas buenas, era y
sigue siendo mujeriego, pero ha sido tan dulce conmigo que hasta diabetes me dio,
me comenta riéndose pícaramente, a pesar de contarme de su trágica enfermedad, se lo toma con una somera tranquilidad.
Pero cual es el secreto le insisto sin medida,
así como queriéndole robar el fuego a los Dioses del Olimpo.
Ella: El
secreto es la Paciencia.
Se despiden entre risas, se van como llegaron
tomados de la mano, y diciéndome que me enviaran
un pedazo de la torta de los novios.
Me quedo suspirando, pensando, sintiendo, que
no es la primera vez que escucho de esas Grandes Historias de Amor, que tengo
dos ejemplos cercanos, y aunque parezca
que no aprendí nada, siempre me hacen
llenar el corazón de orgullo. Es que en esta época de guerras, egoísmos,
perversiones, y desilusiones, es valido y sagrado compartir el mensaje de esos
amores de antes, de esos amores sin fecha de caducidad.
A ustedes,
Santiago
y Olimpia
Victoriano
y Mercedes
Que aunque no celebraron en la tierra esas
Bodas de Oro, estoy segura que brindaron por su amor más allá del tiempo, más
allá del cielo, más allá del más allá.
Simplemente espectacular!
ResponderEliminarMuy hermosa historia, sabía que tenías alma de romántica.
ResponderEliminarUn cordial Saludo, espero tener el gusto de verte nuevamente.
atte. @cmurgueitio.